sábado, 3 de octubre de 2009

Carta a José Reinaldo Monzón “El Chango” en ocasión de su regreso a su barrio

5 de setiembre de 2009

Querido José Reinaldo, “Chango”:

Sabíamos que, tarde o temprano, celebraríamos tu regreso al barrio. Estás aquí de nuevo entre nosotros como lo prometiste. Sabíamos también que la noche no era definitiva. Y estás aquí, haciéndonos mover con inquietud, mirándonos, preguntando, recordando, callándonos, atreviéndonos, cruzando las piedras de lo sagrado; tal vez con la esperanza de llegar hasta tu alma que tanto extrañábamos. Estás aquí mucho más que en despojos, porque, sabemos también, tal vez sin tanta seguridad, que nos debíamos un diálogo, unas palabras, unas menciones que te aseguro, salen como manantial porque, estas palabras, son un enorme grito de esperanza. Así es que, disculpá, que no podamos ser más metódicos, o formales, o más prendidos a los rituales, o más equilibrados, queremos hablarle a un militante. Este bicho raro que, a veces las comunidades pobres en lucha paren y que, estoy seguro, sería capaz de entender que se nos cruzan miles de pensamientos extraños y mágicos. Qué es Chango un militante sino alguien que lucha por magia para su pueblo: pan, justicia, trabajo, alimento, techo, hospital, salario, remedios, vacaciones, libros, pasaje gratuito, calefón, y tantos sueños por los cuales, vale la pena vivir y luchar, y cantar, y continuar, y no callar, y no dejarse amedrentar, e ilusionarse siempre hasta las lágrimas.
Estar aquí, desde esta comunidad que vio tus pasos, en esa década de sueños y que la memoria hace hoy estallar, nos da una paz arrolladora. Intentamos hacer un trabajo de imaginación y el ejercicio nos lleva a verte entre estas calles y esquinas, entre el barro y la llovizna de otoño, en aquellos campamentos con gusto a guiso y guitarra, creciendo tercamente joven, tironeado por tus convicciones nunca pobres. Barrio de trabajadores humildes, de gente sencilla, de poquísimo revoque, de sonrisas que llevan la marca de sus dolores y sus pesares. Pueblo atropellado desde hace siglos que hoy merecía honrarte y decirte sus cosas. Te vemos como si fuera hoy, en esos líos y quilombillos que portaban la marca de una época, se nos aparece la compañera Teresita Trota, el cura Adamo, Chingolo y cientos de rostros que hoy forman nuestro mapa de Justicia y nuestro alimento. Del peronismo joven que disfrutabas como una barra de chocolate. De la madrugada que esperabas cuando seríamos todos iguales. Te imaginamos, porque en vos, nos vemos nosotros mismos, con nuestras actuales fallas de motores y de chasis, ya medio acalambrados y con vértigo, las columnas ya nos molestan. En vos nos sentimos nuevamente jóvenes, impertinentes, contestatarios, rebeldes, revolucionarios, portadores de un fuego que como el evangelio nos pide “ojalá ya estuviera ardiendo”.
Recordar a un carpintero obliga hacer comparación con otro a quién consagraremos en el altar, allí tu sangre derramada para nosotros cristianos de carne y hueso, de sangre y lágrimas cobra sentido. Jesús de Nazareth cuya memoria subversiva hacemos presente cotidianamente, como en tu época, en este templo y en tantos otros, para que la mesa humilde de nuestras familias sea digna, sea suficiente, y sobre abunde en amor. Aprendiste como él a ser trabajador, obrero de la madera e ingeniero de tu clase desposeída.
Te cuento hermano, estamos atravesados hoy por una crisis internacional, absurda,
criminal, porque las elites del mundo siguen fomentando un mundo con dos sociedades de hecho: la oligarquía privilegiada, intocable, y todo el inmenso resto de humanidad arrojada al hambre, al sin-sentido, a la violencia enloquecida. ¡Cómo te hubieras enojado con todo esto! Como nos embroncamos nosotros viendo que los Estados tienen que hacerse cargo de mantener el capital financiero. El Estado, es decir, lo público, los pobres manteniendo a los ricos.
Queremos decirle a tu familia que no alcanzan las palabras, a esta comunidad que te vio tantas veces sonreír que deberá guardar esta memoria celosamente, porque es la más cercana aproximación que tuvieron con la Fe que profesamos, porque se hizo sangre y martirio, se hizo dolor y esperanza. Ayudanos desde donde estés a seguir plantando, cantando, contestando, contagiando, con aquella esperanza que no falla porque tiene la garantía del Dios de la Tierra, de la Vida, del Amor.
Finalmente José, querrás saber hoy cómo estamos. Cómo estamos como país, como sociedad, como pueblo. A nosotros aquí nos vez, todavía luchando, imaginando, marchando, como vos lo hacías. Seguimos incomodando con nuestras utopías que compartimos con millones de hermanos y hermanas que no descansan para lograrla, somos apasionados de la utopía, carpinteros mañosos de la utopía. Tal vez nos defina bien aquella poesía de Benedetti


“Quiero creer que estoy volviendo,
con mi mejor y mi peor historia.
Vuelvo y pido perdón por la tardanza
se debe a que hice muchos borradores
me quedan dos o tres viejos rencores
y sólo una confianza”,

“Vuelvo a tener un rostro en el espejo
y encuentro mi mirada”

“Nosotros mantuvimos nuestras voces
ustedes van curando sus heridas
empiezo a comprender las bienvenidas
mejor que los adioses”

“Vuelvo con la esperanza abrumadora
y los fantasmas que llevé conmigo
y el arrabal de todos y el amigo

que estaba y no está ahora”

“Todos estamos rotos pero enteros
diezmados por perdones y resabios
un poco más gastados y más sabios
más viejos y sinceros”

Gracias por tu regreso Chango. ¡Hasta la Victoria Siempre!